El desarrollo socio‐emocional es la capacidad de un niño de comprender los sentimientos de los demás, controlar sus propios sentimientos y comportamientos y llevarse bien con sus compañeros.
Para que los niños puedan adquirir las habilidades básicas que necesitan, tal como cooperación, seguir instrucciones, demostrar control propio y prestar atención, deben poseer habilidades socio‐emocionales.
Los sentimientos de confianza, seguridad, amistad, afecto y humor son todos parte del desarrollo socio‐emocional de un niño. Una relación positiva de un niño con adultos que le inspire confianza y seguridad, es la clave para el desarrollo socio‐emocional exitoso.
Cuando hablamos de primera infancia hacemos referencia a “un periodo de la vida que abarca desde el nacimiento a los seis años y que comprende dos ciclos con similitudes y especificidades.
El primero de ellos se extiende desde el nacimiento a los 36 meses y el segundo desde los 3 a los 6 años de edad. La unicidad de la etapa se manifiesta en los aspectos que están presentes en ambos ciclos: los afectos, el cuerpo, el juego, las sensaciones, los gestos, la imaginación, la creatividad, la expresión, la acción, la simbolización, la representación y las palabras. La prevalencia que adquieren unos sobre otros dota de identidad a cada uno de los ciclos.”
Lo emocional tiene un lugar crucial en el desarrollo de la primera infancia, una etapa de gran influencia en la vida de cualquier sujeto. Desde el ámbito educativo, tomando dichas consideraciones es necesario apostar a una visión integral y contextualizada de la propuesta curricular, la cual ha de favorecer y potenciar el desarrollo psicológico, social, cognitivo y emocional.
Para el desarrollo pleno de cada niño en el ámbito educativo debemos abogar por una atención y educación basada en la confianza, la seguridad y el afecto, es necesario dotar las prácticas educativas de cierta sensibilidad por parte de los actores que apuestan a la educación en este tramo crucial, promoviendo el desarrollo efectivo de las competencias emocionales. Para ello hemos de conocer y tomar en cuenta las características del desarrollo emocional del niño durante su primera infancia. Profundizaremos a continuación en estos aspectos:
El desarrollo emocional de 0 a 3 años
Los niños pequeños no pueden desarrollarse socialmente en soledad.
Es necesario contar con un progenitor o cuidador principal que les otorgue una base segura que les permita desarrollarse afectiva y cognitivamente.
Las formas en que se construyan estos primeros vínculos serán de suma importancia e influencia para su desarrollo posterior.
En su desarrollo y evolución emocional a los que debemos estar atentos:
- Coordinación de la motricidad fina y gruesa.
- Formas en que le niño se vincula con sus cuidadores.
- Los estados de ánimo que predominan, las formas en que estos varían, se profundizan o adaptan.
- La presencia de estados de ansiedad.
- Cómo se expresan a través del juego.
A continuación identificamos algunos aspectos esperables durante el desarrollo del niño según su edad, que articulados entre sí conforman el desarrollo emocional (UNICEF, 2012):
1- Desarrollo Físico.
Durante el primer año de vida.
Progresivamente podrán reaccionar ante un estímulo, girar la cabeza en respuesta al mismo, tomar un objeto, sentarse, girar, pararse y finalmente lograr caminar. Las vocalizaciones podrán ir siendo cada vez más claras. Estas progresiones serán más evidentes hacia los cuatro meses, donde la atención se comienza a focalizar y hay una mayor atención a los estímulos externos que internos.
Durante el segundo año de vida.
Se logra una mayor coordinación al caminar e incluso correr o subir escalones. Progresivamente la motricidad se irá perfeccionando. Aparece un incremento en la habilidad para comunicarse y verbalizar sus pensamientos. Comienza el desarrollo de la actividad simbólica por ejemplo a través del juego con objetos o muñecos.
Durante el tercer año de vida.
Mayor coordinación de la motricidad gruesa y fina, comienzan a caminar y subir escalones sin ayuda. Son capaces de comprender frases y solicitudes, nombrar objetos, usar pronombres personales, describir objetos. En esta etapa se extiende su capacidad simbólica, incluso para dar lugar a la narración de historias fantásticas. Aún persiste la incapacidad para regular sus emociones y concentrarse, pero poco a poco ello se va logrando.
2- Vínculo con las personas y el entorno.
Durante el primer año de vida.
El niño necesita y busca protección en sus cuidadores. Esta necesidad evoluciona progresivamente a través de la interacción del bebé con sus cuidadores hacia una relación afectiva más individualizada.
Durante el segundo año de vida.
Presentan un equilibrio o balance entre la dependencia para con sus cuidadores y la autonomía.
Durante el tercer año de vida.
Aunque las relaciones principalmente se siguen estableciendo con los cuidadores referentes, aparecen en esta etapa la organización de las necesidades desde lo simbólico que se apoya en la fantasía.
3- Estados de ánimos y sentimientos.
Durante el primer año de vida.
Los estados de ánimo se caracterizan por su constante variación, relacionados sobre todo a estados internos como puede ser la presencia de hambre. Ya a finales del primer año comienzan a aparecer estados relacionados más con las interacciones externas.
Durante el segundo año de vida.
Si bien los estados de ánimos son variables, los mismos aparecen un tanto más organizados. Surge la necesidad de explorar el entorno y la curiosidad es una característica notoria de la etapa. Los sentimientos se vuelven más diferenciados.
Durante el tercer año de vida.
Gradualmente los sentimientos son más significativos y aunque los estados de ánimos siguen oscilando entre la seguridad exploratoria y la dependencia del adulto, gradualmente se va consiguiendo mayor seguridad. Los afectos aún se encuentran dentro de un nivel egocéntrico.
4- Ansiedad.
Durante el primer año de vida.
Los estados de ansiedad son muy globales, desorganizados y relacionados a la supervivencia física y emocional.
Durante el segundo año de vida.
Los estados de ánimos se asocian a la hipótesis de pérdida del cuidador por parte del niño.
Durante el tercer año de vida.
Continúa la hipótesis acerca de la pérdida de su cuidador y además el miedo a no obtener la aprobación por parte de éste. Aún ante estas persistencias, el pequeño ya es más capaz de tolerar la ansiedad por ejemplo ante la ausencia de su madre.
5- Estímulos internos.
Durante el primer año de vida.
Las conductas tienden a ser causales o recíprocas, en general en respuesta a un estímulo externo como puede ser la sonrisa de su madre.
Durante el segundo año de vida.
Aparece un aumento en la iniciativa a generar conductas como respuesta a los estímulos, siendo capaz de expresar miedo, temor, alegría, enojo, etc.
Durante el tercer año de vida.
Surge la capacidad simbólica, por ejemplo a través del lenguaje para dar una mayor organización a los estímulos internos. Mejora la capacidad para el autocontrol y respuesta a los límites.
El desarrollo emocional de 3 a 5 años
Esta etapa suele denominarse la “edad preescolar” por coincidir con la etapa en la que el niño comienza a asistir a instituciones educativas.
Algunas características que definen el perfil del niño en esta edad (Landy, 2002):
- Deseo por complacer a los demás.
- Necesitan de la aprobación y atención del adulto.
- Aunque pueden presentar ansiedad o miedo ante la separación de sus progenitores, se ajustan y adaptan fácilmente a nuevos ambientes.
- Comienzan a generar mayores interacciones con sus pares.
- Dado el desarrollo físico y emocional adquirido son más capaces de asimilar competencias o habilidades socio-emocionales.
- Comienzan gradualmente a interpretar las emociones de los demás.
- Aumenta la imaginación y los juegos de imitación.
- Gradualmente consiguen mayor confianza e independencia.
- Generan argumentaciones a sus acciones.
- Empiezan a aprender a compartir y respetar turnos.
- Necesitan ser motivados para expresar sus sentimientos.
- Presentan mayor responsabilidad de sus acciones y las consecuencias de las mismas.
- Comienzan a desarrollar cierta capacidad de empatía.
- Juegan con menor supervisión del adulto.
- Utilizan más las palabras para la resolución de conflictos.
Aspectos que podemos potenciar:

- Permitirles a los niños que puedan tomar decisiones respecto por ejemplo, a qué actividades pueden realizar. Esta oportunidad de ser ellos quienes puedan optar los hará sentirse más confiados, tener mayor autocontrol y ser más obedientes.
- Es importante motivarlos y expresarles elogios cuando terminen una tarea.
- Anticipar conductas antes de que el niño llegue a niveles de frustración.
- Redireccionar las conductas hacia positivas desde el buen humor.
- Mantener un enfoque positivo.
- Identificar las emociones de los niños a través de una interacción empática.
- Fomentar juegos de compartir y esperar turnos.
El desarrollo emocional en el niño de 6 años:
Algunas de las características más notorias del perfil del niño de seis años respecto a su desarrollo psicológico y emocional son las siguientes:
- Obtiene un mayor progreso en la motricidad gruesa, lo motricidad fina también mejora y es evidenciada en acciones tales como el poder atarse los cordones, dibujar círculos y exponer ideas con mayor claridad. Lograr manejar mayores variables de manera tal de poder por ejemplo, organizar objetos de acuerdo a su tamaño, color, etc.
- Aparecen las rivalidades y las alianzas. Avanzan en cuanto a la seguridad interna, el separarse de sus padres sin sentirse amenazados.
- Aunque pueden predominar variaciones en los estados de ánimos, éstos aparecen más organizados y predomina mayor estabilidad emocional.
- Aparece mayor interés por su cuerpo. Persisten sentimientos de miedo, vergüenza, timidez y celos. Aún así mejora su habilidad para empatizar.
- Empieza a construirse la autoestima.
- Si bien acude a la fantasía sobre todo en sus juegos, tiene bien claro cuál es el contexto de la realidad.
- Aparecen las relaciones triangulares y el miedo a ser rechazado por un tercero.