En el marco de una propuesta para los ciclos educativos en la que se persigue el desarrollo de la capacidad discursiva, la reflexión sobre el lenguaje debe ocupar un lugar relevante en nuestras aulas. Por lo que es preciso concebir los contenidos de enseñanza no sólo como un conjunto de saberes lingüísticos sino, sobre todo, como un repertorio de herramientas al servicio de los procedimientos expresivos y comprensivos.
La apropiación y utilización posterior de estas herramientas permitirá mejorar a la hora de decir y entender, en definitiva, de poder hacer cada vez más y mejores cosas con palabras.
En una palabra, debemos pensar a la gramática, a las regularidades que se producen en el funcionamiento del sistema lingüístico, como los instrumentos que sirven para que los usuarios administren, organicen, dispongan los recursos de ese sistema (tales como el léxico, la sintaxis, etc.), de la mejor manera posible, en el marco de la situación discursiva en la que sean partícipes.
La idea, entonces, desde un enfoque enunciativo, no sería la de una enseñanza directa de la gramática. Por el contrario, se buscaría el empleo de los diversos recursos de ese sistema en la experimentación con el lenguaje como instrumento para reflexionar y poder comunicar.
Ni el desarrollo de la competencia comunicativa en general ni el de la escritura en particular son los únicos objetivos del área del conocimiento de la lengua. Un propósito fundamental que muchas veces se deja de lado es el desarrollo de la capacidad metalingüística.
Ese desarrollo sólo se alcanza objetivando el lenguaje, es decir, convirtiéndolo en objeto de reflexión. Sin embargo, no se puede reflexionar sobre los fenómenos que surgen en el momento de las prácticas vinculadas al uso del lenguaje sin contar con conocimientos específicos que permitan, frente a un fenómeno concreto, analizarlo, evaluarlo, corregirlo, ratificarlo, vincularlo a otros fenómenos, etc. Por eso, la gramática debe ocupar un lugar relevante en la escuela, aunque compartido con otros saberes y prácticas enunciativas.
Los conocimientos gramaticales no sólo fomentan el desarrollo de la competencia metalingüística (de gran importancia, ya que ayuda a consolidar los conocimientos de los alumnos y asegura su uso posterior), sino que son relevantes, además, en tareas de comprensión y no únicamente de producción, al permitir identificar, por ejemplo, posiciones ideológicas y jerarquías de valores que muchas veces permanecen ocultas a los ojos del lector poco experimentado.
La competencia del hablante, es decir los conocimientos que éste tiene de su lengua, equivale a los conocimientos de la gramática, entendida como el sistema de reglas que genera el conjunto de las emisiones de una lengua (Hernanz y Brucart). Particularmente, en su uso cotidiano de la lengua el hablante demuestra que ha interiorizado las reglas de la gramática. Se trata de un conocimiento inconsciente, que no ha precisado de instrucción previa.
Durante el período de adquisición, el niño abstrae las reglas de la gramática, a partir de los enunciados emitidos en su entorno y sin necesidad de recibir información gramatical explícita. De esta manera, cuando en la escuela comienza sus primeros cursos de gramática, ya hace tiempo que se ha convertido en un usuario más de su lengua. Todo hablante tiene un saber intuitivo de la gramática de su lengua,.
No obstante, si bien no habrá que dedicar esfuerzo alguno a corregir aspectos que afecten a las reglas más generales de la gramática, el alumno deberá ser instruido sí en algunos aspectos que afectan, sobre todo, a las distintas normas socialmente aceptadas en el marco de su comunidad lingüística, y también en la adquisición de un cierto metalenguaje, una primera formación teórica que junto al potencial intuitivo le permita desarrollar, a través de sucesivos ejercicios de reflexión intelectual sobre el funcionamiento lingüístico, una competencia metalingüística.
Entonces la enseñanza de la gramática en la escuela debe partir de la intuición que todo hablante posee, y sobre esa base propiciar el desarrollo de la competencia metalingüística.
El uso impone ciertas condiciones al lenguaje que se van articulando de maneras distintas en cada nivel. A su vez, esos niveles dependen de la complejidad de los mensajes que se transmiten, de manera que a más complejidad de los mensajes, mayor la variabilidad y menor la automatización de las formas en que aquellos pueden expresarse.
La descripción gramatical deberá, además, ser comunicativa (Bernárdez). Para ello deberemos partir de la situación real de uso y luego descender hacia las estructuras. Es decir: comenzar por el contenido y exponer las formas en que la lengua puede representarlo, sin olvidar la intención pragmática en cada caso, dado que las estructuras estarán determinadas por las cosas que con el lenguaje se quieren hacer.
En síntesis, el punto de partida de esta descripción estará en el texto, puesto que es el fruto del uso del lenguaje y todo lo demás está, más o menos directamente, subordinado a él.
A partir de la globalidad del texto se procederá en dos canales simultáneos: el contenido y sus formas de expresión para elementos cada vez más reducidos (texto, párrafos, oraciones, sintagmas), y el pragmático, que tendrá mayor influencia cuanto más amplio sea el nivel en el que trabajemos, aunque siempre será perceptible en todos los niveles de la descripción.
Plantear una forma de trabajo que parta de la intuición permite abrir la pregunta por “el por qué”, cuestionar, proponer ejemplos y contraejemplos, a diferencia de los clásicos análisis mecánicos, miméticos e irreflexivos (ej. las tradicionales prácticas de análisis sintáctico, de reconocimiento e identificación). Concretamente, se puede, por ejemplo, analizar con los alumnos las causas de la ambigüedad de alguna expresión en particular y compararla con expresiones similares que no generen esa distorsión en el significado.
Por último, es necesario recordar que este trabajo no puede ser ocasional. Aunque debe partirse de escritos reales, los problemas deben ser acotados para efectuar una observación sistemática de regularidades, de diferencias y de relaciones entre los distintos elementos. Sólo la sistematización de los problemas gramaticales facilita la reflexión metalingüística.
Por consiguiente, se hace necesario que el maestro cree situaciones de aprendizaje sistemático de los aspectos regulares del sistema gráfico. Situaciones que favorezcan la formulación de hipótesis y la verbalización de las que, implícitamente, realizan los alumnos cuando se enfrentan a la explicación de la realidad (Camps, 1993).