Cuando comenzamos un nuevo año y planificamos nuestra gestión, tanto a nivel directivo como a nivel de maestro de aula, existe un pilar fundamental que debe ser tenido en cuenta; la familia de esos alumnos, sus padres, sus referentes.
Necesitamos esa comunicación vital entre el afuera y la escuela. Es así que surge la necesidad de encontrarnos para una primera aproximación y conocimiento en lo que todos conocemos como “la reunión de padres”.
Desde un paradigma ético de la comunicación, las relaciones se sustentan en el reconocimiento de los otros, en tanto sujetos y en esa reciprocidad del mismo. Esto supone una actitud de encuentro que requiere de la valoración y el respeto de los conocimientos que las personas poseen de una manera igualitaria, permitiendo así el intercambio y la elaboración de nuevas ideas.
Debemos presentarles a las familias nuestros proyectos, nuestras ideas, las metas que deseamos alcanzar, porque esta tarea no puede pensarse como una situación en soledad, sino como una condición humana necesariamente intersubjetiva.
Esto permite el empoderamiento por parte de los maestros y los alumnos y la posibilidad de adoptar actitudes de confianza, compromiso, y participación sobre el enseñar y el aprender.
Necesitamos explicarle a la familia los cambios sustanciales que se producen en la enseñanza por la transformación de la sociedad. Ya no basta con adquirir las habilidades básicas, sino que el proceso de enseñanza – aprendizaje es mucho más complejo y amplio.
La simetría del diálogo, la escucha, el entendimiento, el valor de la palabra ayudan a estrechar brechas, al acercamiento y a generar cohesión grupal y social. Es decir, que en nuestra primera reunión de padres queremos darle un enfoque distinto a la misma de lo que se hacía de forma tradicional. Se lo citaba a una hora determinada, dándoles la bienvenida, se le proporcionaba la lista de materiales, se les hablaba de las normas de higiene, y quizás se abordara el aspecto didáctico.
Hoy los tiempos cambiaron, la escuela cambió y esos padres necesitan de nosotros como elementos orientadores, como escuchas, ser facilitadores de todas las dudas, inquietudes, miedos e inseguridades que les presenta el desafío de un nuevo año escolar.
Para nuestra escuela, en la primera instancia de encuentro se debe abordar “el diálogo” como estrategia y actitud. ¿Qué es el diálogo, sino el pensamiento puesto en palabras orientando la reflexión y las ideas?
Lo consideramos en una triple dimensión:
· Es un contenido que debe ser enseñado, involucrando el razonamiento, la argumentación, el conocimiento y la comprensión del otro respetando las distintas formas de ver y de pensar de los demás.
· Como estrategia para solucionar conflictos, reconociendo el problema, argumentando correctamente en un contexto de situación comunicativa racional.
· Como una postura ante la vida (actitud dialógica) que no sólo le va a servir para la escuela sino para el resto de su vida, y lo hará desarrollar principios como la verdad, la honestidad, la rectitud, la justicia, la tolerancia, etc.
De esta forma, abordada la tarea de enseñanza, podemos pensar en variadas estrategias didácticas como las asambleas de clase, de delegados, los debates, etc. Es lo que se llama una “pedagogía de la intención”, tenemos que enseñar a los alumnos y a los padres a transitar por este camino y todo lo demás se dará naturalmente.
Por eso en esta fase diagnóstica, donde alumnos, padres y docentes se están conociendo, sería interesante realizar una encuesta a los mismos previa a la reunión con una nota aclaratoria de nuestras intenciones. Es decir, que ellos van a concurrir a una reunión donde sabrán de antemano lo que se hablará, pudiendo participar con mayor compromiso y seguridad.
A modo de ejemplo la nota podría ser la siguiente:
“Estimada familia:
Damos la bienvenida a todos Uds. al nuevo año escolar y queremos planificar junto a sus sugerencias los proyectos áulicos.
Para ello se necesita la participación de la familia y hemos decidido enviarles una encuesta en la cual podrán comunicarnos sus inquietudes, ideas, intereses, etc.
Será de nuestro agrado que en realidad expresen en ella todo lo que deseen que realicemos en la escuela. La misma puede ser completada de manera anónima si así lo desean, y devolverla en la fecha indicada.
Nuestro objetivo es lograr una educación verdaderamente participativa y coordinada entre la escuela y la familia.
Gracias por participar”
También a modo de ejemplo podemos presentar la siguiente encuesta:
1. ¿Conoce profundamente cuál es la función de la escuela?
2. ¿Sería de su interés que los docentes organizaran reuniones sobre este tema?
3. ¿De qué manera le gustaría que organizáramos las reuniones de padres? ¿En qué horarios?
4. ¿Qué sugerencias tiene Ud. para lograr una mayor participación en las escuelas?
5. ¿Qué valores considera fundamentales y desea que la escuela desarrolle en sus hijos?
6. ¿Qué temas o proyectos le gustaría que abordáramos desde la institución?
7. ¿Qué opina de la escuela que ha elegido para su hijo? ¿En qué la mejoraría?
8. Sugerencias que Ud. quiera hacer en general.
Luego de esta instancia, ya ambos, escuela y familia estamos en condiciones de crear un ámbito de intercambio de opiniones que nos ayude a lo largo del año a caminar juntos. Tenemos muchas cosas en común, pero lo más importante es el deseo de que ese niño aprenda y se supere en un clima de afectividad recíproca.
El carné de calificaciones
El rendimiento de cada uno de nuestros alumnos, así como los aspectos de su socialización, se comunica a las familias por medio de un carné bimensual de calificaciones y conceptos. Su objetivo es mantener un vínculo entre la familia, la escuela y el alumno.
De esta interacción es esperable asegurar al niño un aprendizaje significativo donde se priorice el estímulo y la autoestima. Pero antes de abordar el tema en forma específica tenemos que realizar algunas puntualizaciones en cuanto al concepto de evaluación.
Evaluación por objetivos o por logros
Actualmente se observa un cambio en la evaluación, ya no sólo se evalúa el estado final de sus capacidades al término de un proceso (evaluación sumativa), sino que se evalúan los estados sucesivos de ese perfil a lo largo del proceso (evaluación formativa), pudiendo el docente, intervenir en las trayectorias de los sujetos.
Estamos convencidos de que no es lo mismo evaluar por objetivos que evaluar por logros. Por lo tanto, las formas de evaluar deben ser diferentes.
Quien evalúe por objetivos determina de antemano lo que el alumno debe hacer, mostrar, evidenciar. En cambio, quien evalúe por logros no puede predeterminar ni prever las manifestaciones de esos logros, pero debe conocer los procesos que generan los mismos.
Los alumnos logran los propósitos del programa escolar pero lo que varía es el nivel de logro. La diferencia entre una y otra son los caminos que se recorren para alcanzarlos.
La evaluación por objetivos es fácilmente controlable, su alcance depende del individuo aislado de sus contextos particulares. En cambio, la evaluación por logros toma en cuenta la historia personal de cada individuo, así como el contexto en el que se van superando los obstáculos que dicho contexto le presenta para los logros esperados.
Esa transformación de la mirada de la evaluación depende de un cambio de actitud de nosotros, los docentes, y todos los que participamos del acto educativo. Es decir que la evaluación debe ser pensada como un hecho importante, no sólo dentro de la institución escolar, sino a lo largo de su vida.
En el contenido de la evaluación surgen tres dimensiones relevantes:
1) Los resultados de los aprendizajes.
2) Aspectos personales vinculados con la tarea.
3) Los aspectos socio – emocionales.
En síntesis, las evaluaciones pueden contener diversos aspectos y formas de apreciarlos, pero lo importante es que en todos los casos los alumnos comprenden esas apreciaciones y participan de dichas valoraciones que le permitan superar las dificultades.
Actualmente, los instrumentos de evaluación responden a una concepción de aprendizaje que apunta a obtener información sobre:
a) La marcha del proyecto educativo
b) La dinámica general del grupo de alumnos
c) Proceso que desarrolla cada niño durante el curso
Debemos tender hacia un proceso de evaluación integral, donde se le de la misma importancia a los logros intelectuales como a su relacionamiento social, sus apreciaciones, actitudes, su capacidad de expresión, sus hábitos de trabajo, sus propias habilidades.
Si bien se establece la evaluación en forma permanente, en el año se instauran tres instancias bien definidas:
A. La evaluación diagnóstica (al comienzo del año)
B. La evaluación semestral (al primer corte antes de las vacaciones)
C. La evaluación final (más relacionada con la acreditación)
Llega el momento de hacer el carné de calificaciones
Para ello, el docente ya ha observados algunas situaciones en las cuales aprecia los procesos llevados a cabo por el alumnos a través de entrevistas, debates, reuniones, trabajos individuales, de proyectos del grupo y participación en los talleres institucionales que dan al alumno la oportunidad de actuar y ser evaluado.
Nuestras calificaciones escolares son juicios valorativos que realizamos los docentes sobre el rendimiento de los alumnos. Aquí se nos presentan hechos más medibles como la información que el alumno posee, otras no tanto como la actitud frente al aprendizaje y otros contenidos tanto procedimentales como actitudinales.
Las notas brindan una estimación, sólo aproximativa, del rendimiento escolar del niño. Esta comunicación con la familia debe ser periódica, el docente debe ir informando a la familia del rendimiento del alumno para poder intervenir apoyando a su hijo.
Aquí nos surge la primera pregunta: El carné de calificaciones ¿a quiénes va dirigido? Y aquí nos preguntamos, ¿quién es el destinatario?, ¿La familia, el referente o el alumno?
La mayoría de las veces utilizamos este recurso donde documentamos nuestros juicios para ser leídos por los padres. Sin embargo, el principal destinatario ¿no debería de ser el alumno? Sería entonces conveniente que se incluya un proceso de autoevaluación donde se dialogue con los niños acerca de sus esfuerzos, sus dificultades, de qué forma pueden ser superados y los logros obtenidos. En ocasiones las maneras informales suelen ser buenos testimonios de los logros que debieran ser contemplados.
Debemos desterrar de nuestros carné de calificaciones expresiones como por ejemplo: “Se reitera juicio anterior”. En el período establecido, debieron haber existido cambios, nuevos aprendizajes, actitudes, relaciones que hacen que ese bimestre no sea igual al anterior porque el niño tampoco es el mismo.
En el marco de una evaluación por logros a la cual hacíamos referencia anteriormente, observamos que el docente debe tener en cuenta ciertas premisas para la elaboración de este documento:
· Los logros son consecuencias de vivencias y deseos reales (los propósitos)
· Hay avance en la medida en que se participa, se construye
· Buscar el desarrollo de su potencialidad
· Las responsabilidades frente a los logros son compartidas
· El sujeto es ayudado y orientado pero reconociendo su autonomía para aceptar las sugerencias
· Tener en cuenta los logros internos y externos, haciendo énfasis en los procesos
· Plantear propósitos alcanzables a corto plazo y formas para lograrlos
· El docente evalúa alumnos en forma integral, evalúa seres totales
Es necesario tener en cuenta todas estas variables que en determinadas ocasiones la teoría educativa no contempla y así darle paso a factores muy importantes como es el ambiente afectivo del aula y de su escuela, donde el saber pedagógico a veces desconoce la experiencia reflexiva del maestro.
La idea principal de este artículo es evitar que nuestro alumno se diluya en el afán de lograr cumplir objetivos puntuales preestablecidos dejando de lado: el ser, el sentir, la vida, y la existencia.